sábado, 3 de julio de 2010

Sylvia



Sus enemigos la llamaban la marimacho. Esta pequeña (en estatura) joven americana fundó con su vida a contracorriente una de las librerías históricas del Siglo XX, ya desaparecida (quien vaya a buscarla, se encontrará con un establecimiento en otra dirección, cerca de Notre Dame, también histórico, donde se pueden ver las fotos de Durrell o Ginsberg, con un ambiente bohemio de pasillos retorcidos, como si de una ciudad fortaleza se tratase, y paredes forradas de libros, dándole gran relevancia a las obras de Joyce, y con un programa de actos semanales, escalera angosta y empinada, un rincón para el aprendiz de escritor y otro para el lector que gusta del olor a papel añejo y de la luz oblicua del atardecer como seguros compañeros de viaje). Pero no será la que vio la luz en los años 20 del siglo pasado en la rue Dupuytren primero y ya luego en la rue de l'Odeon frente a la de su compañera y guía por esta aventura parisina, la experta y también librera A. Monnier. Y decimos librería histórica porque se convirtió en la arteria principal de un puñado de escritores que harían historia. Lugar de encuentro en la capital mundial de la cultura occidental (por esos años), fue casi inevitable. Como una isla paradisíaca donde el náufrago encallaba, llegaron a ella, por distintas rutas y circunstancias (Hemingway, Fitzgerald, Paul Valery, Valery Larbaud, Ezra Pound, Andre Gide, Sherwood Anderson y por supuesto Joyce).
Sylvia Beach no sólo fue librera, con lo que eso comporta, también fue una lectora entusiasta y la primera editora de la novela Ulyses del irlandés errante James Joyce. Cuando nadie se atrevía a sacar a la luz este experimento moderno (vida anodina convertida en épica, un día, el 16 de junio de 1904 en la vida de Leo Bloom, como homenaje y recuerdo del día en que Joyce conoció a su mujer Nora Barnacle).
En estas memorias tangenciales, resalta el hecho de Joyce y su obra. Puede leerse por ello como el testimonio de las mil y una vicisitudes por las que se topó el sinuoso camino editorial joyceano. O como una crónica contada en primera línea de estos años cruciales para la literatura universal. En cualquier caso el ejemplo de Beach la pone en primer plano. O mejor sería decir, que su papel de lectora y su tenacidad por mantener un modo de vida extraño para la época (soltera, posiblemente lesbiana, y dueña de una librería, y además editora de un sólo libro, aunque para algunos sea el libro de los libros) hacen que sea la verdadera protagonista de esta historia. Una historia de resistencia y de lecturas.


Óscar Hernández