lunes, 30 de noviembre de 2009

el infierno cotidiano

Inferno
August Strindberg
Traducción de Mauro Armiño
Valdemar. Madrid. 2001
251 pág.


Cuando el lector se enferenta a este texto, no sabe bien si lo que está leyendo es una ficción o el testimonio de un enfermo. El propio autor va dilucidando esta vacilación. Puede convencerle o no al lector del siglo XXI las propuestas sobre lo que le ocurre a nuestro protagonista. Es verdad que la razón no lo explica todo (quizás no lo deba explicar todo, pero eso ya es una consideración moral).
La anécdota con la que comienza (aunque creemos que es una continuidad no un inicio) es el sentimiento de alegría del propio Strindberg (cronista de sus andanzas por este infierno cotidiano) por dejar a su esposa (una de ellas). Y embarcarse en los devaneos de la alquimia. Nunca queda claro cuál es el relato de supervivencia y cuál el de la aventura que le conduce a sufrir episodios extraídos de una novela de terror (quizás eso explique la edición gótica de Valdemar).
De Strindberg conocíamos una selección de sus obras de teatro (sobre todo La señorita Julia) lo que nos había impactado, en cuanto a la capacidad de análisis psicológico de los personajes. Y eso es lo que rescatamos de este testimonio trufado de teosofía y alquimia, de Swedemborg y de magia negra. Strindberg y su sufrimiento se contextualizan en los finales del siglo XIX, donde ya ha golpeado Nietszche y el nihilismo, pero también el positivismo y su arrogancia e indiferencia por los asuntos espirituales. Strindberg y sus sufrimientos literariamente elaborados con un continuo cuestionamiento del propio protagonista sobre la coherencia y la validez lógica de lo que le está sucediendo (ataque sistemático de los demonios o potencias), nos sirve como guía para acercarnos a una frontera donde la concepción animista de la naturaleza iba desmontándose ante los avances de la ciencia.
Pero no sólo eso se encuentra el lector. El relato de terror queda subrayado con la conclusión del personaje (o el yo testimonio): vivimos en un infierno y los espíritus son benévolos, son los muertos que nos ayudan e instruyen, y nos motivan para ser mejores (o no).
En cualquier caso, la misoginia y la ambigüedad, el desequilbrio y el genio se dan de la mano en este, por momentos, fantástico, y, por momentos, desolador relato de andanzas medievales sobre un hombre atrapado en varios mundos que describe el mal en los hombres a todos los niveles (desde el más extraño hasta el más cotidiano). La conciencia contiene fantasmas que interactúan en un torbellino de experiencias que levantan el argumento de la obra. Su cronología es la del propio yo atormentado. Por eso la dimensión espaciotemporal se presenta difusa. Nos encontramos ante la densa atmósfera de lo humano y de su conocimiento radical. El infierno como estación de paso o de redención.

Óscar

martes, 24 de noviembre de 2009

Expediente K.


El expediente H.
Ismael Kadaré
Traducción de Ramón Sánchez Lizarralde
Alianza. Madrid. 2001
179 pág.

Dos especialistas irlandeses de Nueva York viajan a Albania con el fin de estudiar los orígenes del género épico. Es en un reducto de las montañas de este lugar, llamado N., que aún se conserva la costumbre del rapsoda "lahutar", instrumentalista de la memoria. Los orígenes que expliquen el enigma de Homero (¿existió Homero?; ¿qué se esconde detrás de este nombre?) también supondrán el estudio de este género de una manera novedosa (a través de un magnetófono, que irá registrando las variaciones que de un mismo canto realiza el mismo rapsoda, en grabaciones distintas). Las consecuencias serán de una relevancia trascendente en el estudio homérico. Willy y Max, los especialistas, tendrán la difícil y apasionante tarea de practicar una arqueología con fósiles vivos. El presente bañado de pretérito a través de las gargantas y la memoria y el olvido (significativo) de estos hombres monteses que se ofrecen como la sombra de un árbol milenario. En ellos y en sus cantos (con una estructura y una temática paralela y común al identificado como epopeya homérica) la historia no tiene cronología y la dimensión temporal se descubre atemporal y mágica. Sin embargo, Willy y Max, se encontrarán con más dificultades de las que eran de esperar. Entre las más destacadas, las diferencias y rivalidades entre los pueblos albanés y servio. Los habitantes de N. desconfían de estos investigadores. El subprefecto, por orden ministerial, espía todos los movimientos de estos lingüistas. Lo que planteará un argunmento desdoblado y paranoico entre lo que en realidad hacen y lo que se cree que hacen. Esta paranoia argumental es tratada a la manera de Thomas Bernhard con una aguda ironía, y un humor que roza lo trágico. Con un lenguaje retórico y jurídico-procesal (he aquí la referencia kafkiana) el espionaje dirigido se convierte en una parodia perfecta del régimen que le tocó vivir y sufrir al propio Kadaré.
Pero hay más: el drama doméstico que los distintos protagonistas de la historia van desarrollando ante el lector, a través de sus propias reflexiones. Así el narrador omnisciente se funde en las voces internas y en los propios informes (casi humorísticos) de las observaciones de los espías. Se logra así un mosaico de voces que construyen el material para la antiépica. Aquí hay que contar lo que no es honorable, no hay grandes gestas sino grandes silencios. Es la historia del reprimido y del olvidado.
El expediente H., obra asombrosa por una apuesta original y arriesgada sirve como trampantojo para criticar los procedimientos de anulación del individuo y de liquidación de la memoria en un estado dictatorial, y nos emplaza para descubrir la obra de este genial narrador, reciente premio Príncipe de Asturias de Las Artes y Las Letras. Se convierte así este expediente irrisorio (aunque muy serio), para muchos que no lo conocíamos, en la excusa por la que seguir indagando en las novelas de supervivencia de una literatura subversiva (donde se ofrece una crítica sobre estos dos pueblos milenariamente enfrentados). A pesar de ser albanés, la autocrítica es ejercida, cebándose, cómo no, en la clase política, pero también en el resto de habitantes, con alguna que otra excepción (el posadero y su ayudante). La paranoia y el provincialismo son la moneda de cambio de esta fábula.Y desde luego los serbios que aparecen, Kadaré, tampoco los deja bien parados. Quizás los únicos tratados con verdadera diginidad sean los menos protagonistas, los que están a la sombra, los más humanos (aunque se monten sobre un mito): los propios rapsodas. Así este expediente homérico albanés, se convierte con la distancia de los años ( el autor escribió la novela en 1981, aunque la reescribió libre de trabas en 1990, acogido a un asilo político en Francia) en el expediente K., trasunto tragicómico del propio autor.

Óscar

lunes, 23 de noviembre de 2009


El juguete rabioso
Roberto Arlt
Edidión de Rita Gnutzmann
Madrid Cátedra 1995
239 pág.

Para algunos la novela más autobiográfica de Arlt, El juguete rabioso establece una relectura de la novela picaresca, desde sus orígenes pasando por esos grandes personajes de la novela rusa finisecular. Dividida en cuatro episodios, nos bastan éstos para esbozar un perfil anatómico y psicológico de Silvio Astier, pero no sólo de él, sino también y en mayor medida de una sociedad, que de forma generalizada, sigue en nuestros días estirando sus tentáculos debastadores para con el hombre. Subvertida la cita de Hobbes, podríamos decir que la sociedad es un lobo para el propio hombre, pero no sería justa, ni se acercaría a lo que clarividente Roberto Arlt nos muestra con su obra. En el primer capítulo el autor establece el perfil del personaje que cuenta con catorce años y transforma la realidad que le envuelve tergiversándola con el prisma de las lecturas de libros de tono romántico y astutos aventureros (¿Quijote del s.XX?) que lee. Así "el Club de los Caballeros de la Media Noche" se intentará imponer a la miseria (la de cada uno de los muchachos) mediante el robo (magnífico el hurto en la biblioteca), pero pronto el fracaso se cierne sobre los debutantes y conspiradores del orden establecido, ricos y pobres son ricos y pobres. Fracasados los intentos del club de cambiar la realidad, es ésta la que los cambia a ellos. En el segundo capítulo, "Los trabajos y los días", Silvio comienza a trabajar en una librería (nuevamente los libros) pero el absurdo, la vejación y la rabia lo llevan a intentar destruir aquello que le alimenta, la ficción representada por los libros, y la librería en sí, pero fracasa nuevamente. Qué cercano se me hace en este episodio el magnífico Auto de fe de Elías Canetti. En el tercer capítulo, Silvio intenta canalizar todo el saber que ha ido acumulando con la experiencia y la lectura, e ingresa en la Escuela de Aviación donde no tardan en engañarlo, esbozando el lema necesario de la ignorancia para seguir en la Escuela. Ésto conduce a nuestro personaje a intentar suicidarse, pero no lo consigue, nuevo fracaso. El título del último de los capítulos ya lo dice todo: "Judas Iscariote". Muchas veces ocurre que debemos sumergirnos en el pozo de una angustia que (aun provocada por nosotros mismos) nos supera. Ese paso atrás, a veces necesario para aprender, otras no tanto (porque se hace paradógicamente difícil salir o retornar la marcha) nos lo muestra magníficamente bien Ernesto Sábato y sus héroes y sus tumbas,... pero esto es harina de otro costal. En sí, creemos que esta novela y el periplo que emprende Odiseo Astier, quiero decir, Silvio Astier, y en concreto el último de los episodios, ese Judas, no son más que el preludio, la antesala de la sorpresiva y angustiosa maravilla que representa la obra posterior de este maestro de la narración que es Roberto Arlt.
Samuel

sábado, 21 de noviembre de 2009

imaginaciones

La imaginación
Jean Paul Sartre
Traducción de Carmen Dragonetti

Barcelona Edhasa 1979
129 pág.


¿Qué se propone hacer Sartre en este pequeño estudio? Demostrar que la imagen, su concepto como imagen-cosa no se sostiene. Para ello decide emprender un viaje por el pensamiento moderno. Según su tesis, las tres soluciones dadas sobre el problema de la imagen, en su relación epistemológica con la realidad psíquica, dada por Descartes, Hume y Leibniz se mantienen, sin haber sido, sustancialmente, superadas por el psicologismo de entre siglo. Para Descartes la imagen es una afección física, la imaginación o conocimiento por imágenes es diferente del entendimiento: la imagen es una idea falsa. Para Leibniz la imagen está penetrada de intelectualismo, no la separa como Descartes del pensamiento. La imagen en Leibniz remite a un contenido inconsciente. La oposición cartesiana queda resuelta igual con Hume (la tercera solución) pero de otra foma más radical: todo el pensamiento es un sistema de imágenes.


Lo que tienen en común estas tres opciones, es la consideración de la imagen como una cosa. Esa inercia de la que habla Sartre en el prólogo, que le confiere una existencia autónoma a las cosas no debe confundirse con la conciencia. Y si como cree Sartre la conciencia es un para sí y no un en sí (como el ordenador donde escribo) cuyo existir es tener conciencia de dicho existir y la imagen es una forma de conciencia, la imagen nunca podrá ser un en sí, es decir una cosa. ¿Pero todo se funda en una creencia? Puede ser. Sartre sólo se propone (y no es poco) demostrar los errores lógicos y el desenmascaramiento del positivismo, fundado en cierta lógica-metafísica. Y según su opinión la principal causa de esta lista de invenciones fallidas es la cosificación de un acto de la conciencia, cuya esencia precede a sus existencia (¿no es eso fundar una metafísica?).


El filósofo francés lleva al lector de la mano y lo introduce en un bosque, y a veces lo abandona allí. O quizás lo lleve a un bosque inventado, como de cartón. Lo que más nos llama la atención sobre este estudio es el acercamiento a los postulados de otros filósofos sobre la imagen. Esta especie de arqueología del saber (a la manera de Foucault) nos devuelve el interés por los sistemas de pensamiento moderno, sean mecanicistas o espiritualistas, sean deductivos o inductivos, sean racionalistas o empíricos. Y nos quedamos con la defensa de Husserl (el único al que salva casi enteramente, quizás porque la obra sartreana esté fundada, en parte, en un planteamiento fenomenológico). Al mismo tiempo conideramos que la tentativa de Sartre en este opúsculo, es la de salvaguardar el concepto de imagen de los reduccionismos, conferirle a la propia imagen una entidad propia (no autónoma) sin cosificarla, y reivindicarla como una forma legítima de conocimiento.





Óscar

martes, 17 de noviembre de 2009

Aventuras, trama y amor

El dinamitero
R.L.Stevenson
Traducción de Luis Loayza
Alianza Madrid 2008
266 pág.


Por un momento Spielberg, Brian De Palma, Hitchkock o Jean Renoir, incluso James Bond o Sherlock Holmes o Dupin (y claro Conan Doyle, Poe y Henry James y Cervantes, Borges, Bioy...). La lectura de Stevenson y su propuesta de aventuras inverosímiles como excusa para crear una trama rocambolesca y divertida, cautiva y entretiene y hace que mi imaginación convoque a todos estos referentes del pasado, presente y futuro del propio Stevenson y de mi propio pasado. El dinamitero comienza con la historia de tres personajes que se vuelven a encontrar después de largo tiempo. Tienen unos veintiseis años más o menos y ya están arruinados. Los tres comienzan desde cero, y uno de ellos, Somerset, propone lanzarse cual quijote a la aventura del detective privado. En el ínterin hasta que vuelven a encontrarse en aquella tabaquería regentada por el señor Godall, los tres jóvenes vivirán, sin ellos proponérselo, episodios de pura novela de aventuras, pasados por el tamiz de lo cómico. Una comicidad alimentada de ironía. Esa ironía tan sana que desmonta los sentimentalismos y la hipocresía de la sociedad decimonónica (que puede extrapolarse a la de nuestros días).
La novela es el resultado de la colaboración entre Stevenson y la que fuera su esposa Fanny Van de Grift ( no sé por qué no aparece como autora). Y parece como si la propia peripecia fuera surgiendo sobre la marcha y con ella tuvieran que ir remendando lo que en un principio se planteaba: es decir, da la impresión de ser el contenido de un puzzle que es lanzado al aire, y son los propios autores los que al ver el caos, se inventan un puzzle paralelo, más increíble aún que el que el lector puede esperar.
Con respecto a los personajes y sus acontecimientos: la aventura va a encontrarse con ellos en los sitios más inesperados. Lo que es difícil de creer es que se conecten de esta forma. Es inverosímil y deja cabos sueltos (por ejemplo: ¿dónde estaba la sirvienta irlandesa cuando estalló la bomba?). Pero convence su alegría de narrar y su peripecia imposible en pro del puro entretenimiento y de cierta autenticidad en los caracteres. Estos tres héroes lidiarán con la decepción y la adreanalina subida que proporciona la vivencia de sentimientos intensos. Descubrirán un mundo subterráneo o paralelo al del supuesto mundo normal, aparentemente firme y cotidiano. De eso también habla la novela: la precariedad del mundo que nos han vendido. El viaje aventurero les llevará a involucrarse con una sociedad terrorista y secreta, a través de sus mienbros. Estos serán a su vez narradores de su propia historia. Con la licencia de tratarse de la historia plural de una misma fábula, todos los relatos y personajes inmiscuidos como si se tratase del Decamerón o de Las mil y una noches poseen una misma motivación, un hilo conductor: el de los valores morales y el de la actuación contra los valores éticos y políticos. Reivindicación, por un lado, de la dignidad humana y por otro del derecho humano a protestar contra el orden establecido de las cosas. La acracia por medio de la dinamita. A través de disitintos atentados, el lector descubre la triste modernidad de la obra. El dinamitero, llamado Cero, es tratado de forma ambigua. A veces como un científico loco y otras como un líder anarquista. Finalmente queda claro que aunque los medios son censurables, el objeto de la protesta se mantiene: nunca me he mentido a mí misma con los cuentos de hadas de la política, dice la señorita Luxmore, el personaje más lúcido, miembro de esta sociedad secreta, que por medio de peripecias casi inevitables terminará renunciando a su actividad criminal por amor.





Óscar H.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Heterotopía

La sociedad transparente
Gianni Vattimo
Paidós Barcelona 1990
172 pág.



En cinco pequeños ensayos el filósofo italiano, relevante en la historia de la filosofía por su lectura de Nietszche y Heidegger, y el postulado posmoderno, alejado de Lyotard (por el supuesto rechazo de éste a una revisión del pasado histórico-filosófico) y de Habermas ( a quien le reprocha la reivindicación del modernismo y del pensamiento ilustrado, negando la validez de los valores posmodernistas), Vattimo, decimos, en este breve compendio ensayístico, elabora la siguiente tesis: la sociedad posmodernista producto del caos de la sociedad de la comunicación, lejos de la transparencia pretendida, puede ofrecer, hipótesis que ha de verificarse, una vía alternativa que reemplace la historia unitaria y racional por medio de una pluralidad irreversible y aplastante, fuera de dialécticas o utopías únicas, creando una verdadera revolución pacífica. Haremos un pequeño recorrido por cada capítulo:
En el primer ensayo, Posmoderno: ¿una sociedad transparente?, Vattimo nos define la posmodernidad como el resultado del impacto de los mass media en nuestra contemporaneidad. Lo que pretendían los medios de comunicación, contar la realidad mientras ocurre, provoca no el relato único sino la interpretación múltiple. La sociedad burguesa europea y americana (yankie) ya no mantienen una hegemonía cultural. Bien es cierto, dice el filósofo, que el capital aún tiene la directriz de poder (¿cómo cambiar eso?, ¿distorsión ontológica quizás? ¿presión de las capas humildes, marginadas, silenciadas, que de pronto podrán a pesar de su condición de minoría, acceder a un púlpito secular o plataforma cibernética donde expresarse, crecer y autogestionarse?). La buscada transparencia de la sociedad de la comunicación se vuelve opaca por la cantidad de voces que surgen y de relatos distintos. Se llega a lo que Nietszche había vaticinado: el mundo como fábula (no como mito). El fin de la modernidad, viene con el fin de la Historia única y prepotente (Benjamin: la historia la cuentan los vencedores y las clases sociales más relevantes).
En el segundo ensayo: Ciencias humanas y sociedad de la comunicación, Vattimo se pregunta: ¿A pesar de la opacidad, es posible una autotransparencia, un reflejo de la comunidad comunicativa, del pensamiento como acto lingüístico en una sociedad donde impera la comunicación, y donde el sentido de la historia se disuelva en el hecho concreto, como diría Sartre? Y se responde que ya que los mass media son las formas de la autoconciencia de la sociedad, bastaría con que no se dejasen condicionar por las ideologías.
En el tercer ensayo: El mito reencontrado, Vattimo navega por el acercamiento del mito en el siglo XX y dictamina que aunque la razón se haya convertido en un mito, no hay que retomar el pensamiento mítico sino valorar las consecuencias de esa mitificación.
En el cuarto ensayo: El arte de la oscilación, nos trae a Benjamin y a Heidegger con la teoría de la recepción estética del arte, como descubrimiento del ser, como suspensión negativa (angustia) y positiva (vislumbre de otro mundo).
Por último en el quinto ensayo: De la utopía a la heterotopía, nos allana el terreno, desmintiendo los proyectos marcussianos y la negación habermassiana sobre la posmodernidad y rechazando el excepticismo posmodernista. La utopía es reemplazada por una multitud de ellas: la Heterotopía. Un mundo mejor es posible: contiene varios mundos. La historia única desaparece en pro de las voces que no se habían escuchado hasta ahora.

Óscar H.

martes, 10 de noviembre de 2009

El jardín de al lado




El jardín de al lado
José Donoso
Seix Barral Barcelona 1981
269 pág.



Novela que frecuenta los lugares de la metaficción. Lugares inhóspitos de la creación, terrosos y estériles que sin embargo son comunes en el propio ejercicio creativo. El jardín de al lado cuenta la historia de un escritor chileno que vive desde hace 10 años en Barcelona. El boom latinoamericano y su agente literaria por excelencia planean y entroncan con las vicisitudes de nuestro protagonista. José Donoso, como diría Bolaño veinte años más tarde, nos deja su testamento literario. Yo había leído El lugar sin límites, me gustó, pero he de reconocer que ésta me ha entusiasmado, quizás por la temática. Sigo con el argumento: tras estar seis días en la cárcel decide marcharse y probar suerte con las editoriales españolas. Estamos en 1980, más o menos, y la realidad política en España y en Chile salpica el fondo de la historia y marca los afectos y las posiciones estereotipadas de los personajes (su postura ideológica). El otro posicionamiento, el cotidiano, el del pan que comer y el libro que escribir se plasma con una agonía premonitoria. Pero sobre todo Gloria, su mujer que está traduciendo Middlemarch de George Eliot, novela representativa de la época victoriana. Y que a lo largo de la novela la vemos a través de los ojos de este escritor estancado, que no avanza con la revisión de su última obra (rechazada por su agente literaria). Y la ve como una Odalisca, la ve inconstante e intuitiva, esclava y encantadora (tópicos que son explicados en un giro de tuerca sobrecogedor y maestro, que recuerda a Secretos de un matrimonio de Bergman, pero sin su densidad pegajosa). Un amigo común, pintor prestigioso y muy valorado (Pancho Salvatierra) les pide que pasen el verano en su casa de Madrid, cuidando la casa y a sus mascotas. Desde este piso ven el jardín de al lado. Leit motiv de la novela: ese paraíso prohibido del que parecen ser expulsados. Ahí ella sufrirá una verdadera crisis nerviosa, al ver cómo el mundo en el que se sostenía, su hijo y su marido, le da la espalda. Y surge, por ello, todo ese rencor. El haber recibido una educación donde debía ser comparsa de su marido provoca que Gloria no haga sino proyectar su rabia e impotencia en el estancado trabajo de su pareja (esa gran obra de la literatura chilena que le hará entrar por la puerta grande de la nómina de los privilegiados: Vargas Llosa, Márquez, Fuentes, Cortázar, Borges, Rulfo). La novela cuenta entre tantos desencuentros y frustraciones la emancipación, al menos, de un personaje, el más silenciado, el que precisamente se convierte en autora del libro que el lector tiene en sus manos. El jardín de al lado ofrece la otra cara de ese boom editorial, la de su periferia. Es la historia de un fracaso pero también la de un éxito: la propia novela.

Óscar H.

viernes, 6 de noviembre de 2009

La paradoja de lo humano



Alain Finkielkraut
La humanidad perdida
Anagrama. Barcelona.1998
166 pág.


En su Minima Moralia Adorno se plantea si es posible la poesía después de los campos de concentración nazis. Finkielkraut afirma no sólo que es posible sino necesaria para las posibles víctimas: la poesía del horror y del testimonio (Primo Levi por ejemplo, y su trilogía de la experiencia de la deshumanización técnica, de la irracionalidad lógica, o simplemente de la descripción de los verdugos y sus víctimas y de la incomunicación entre ambas partes). Finkielkraut nos va ofreciendo una galería del horror característico de un siglo desmesurado y quizás inútil. Explicando las diversas manifestaciones de la violencia metódica, veáse totalitarismo hitleriano y stalinista, desguaza al humanismo. Lo descompone en piezas y lo examina para hilar un discurso donde se valora el concepto de humanidad y su propio sentido social y filosófico en el siglo pasado. De hecho se acerca más a lo estipulado por Hobbes. Habla de Sartre (y lo compara con lo que ya dijo de forma más optimista Pico de la Mirándola varios siglos antes) y en cómo trata la esencia y la existencia: el hombre se aleja de un cortaplumas en que éste ya está definido, la esencia preexiste a la existencia. El hombre ha de definir su esencia en su propio existir. Está condenado a hacerlo o a no hacerlo, está condenado a ser libre para decidir. El humanismo de la existencia justifica el horror, pero es un humanismo que pierde a la humanidad. En cualquier caso este ensayo profundiza en las razones y en lo que autoras de la talla de Hannah Arendt expusieron para analizar lo irracional y sus secuelas metódicas. El siglo XX se caracteriza por varias guerras y por una humanidad perdida en ellas, aunque naciones se hayan levantado sobre relatos míticos y extrahumanos. Y la fábula está en la creación de los desmanes más atroces. Una fábula construida como la de Bush (más bien por su aparato ideológico) en pro de una humanidad mejor. Hitler convenció de una grandeza que redimiría a la raza aria y a la nación alemana de la humillación de la gran guerra. En defensa de la humanidad la razón ultima todas las expectativas y se sumerge en el puro irracionalismo con un fin claro: la salvación del bien. El judío encarnaba el mal y la causa de todos los males, hasta el punto de ya no ser el enemigo, sino el problema. En ese nivel abstracto ha llegado la razón. Deshumanizar lo humano, cosificarlo y humanizar el horror, darle un sentido práctico y factible, recomendable, necesario, no como un mal menor, sino como la mejor de las soluciones. El judío es un ejemplo. Pero el modelo se ha repetido y se sigue repitiendo. Y los que fueron víctimas han terminado convirtiéndose en verdugos.

Puede que el ensayo trate de las máscaras de la humanidad: el humanitarismo y el humanismo son las dos principales.
Óscar H.

La inercia programada



Vicente Verdú
El capitalismo funeral
Anagrama Barcelona 2009
194 pág.



Nos encontramos ante un ensayo a la manera de Montaigne donde Vicente Verdú realiza, en bosquejos secuenciales, la crónica de esta crisis. Para ello se vale de los saltos históricos y de lo que otros dijeron antes. Para empezar acusa a aquéllos que consideran esta crisis como meramente económica. En su opinión la crisis revela un organismo enfermo que afecta a todos sus órganos. Siguiendo la metáfora biológica ( y de eso se trata: Verdú construye con un exquisito y literario lenguaje metafórico una fábula sobre nuestro tiempo) será el propio veneno el que lo cure: será el virus debilitado el que suponga la vacuna. Seremos nosotros: privilegiados del primer mundo, los que aportemos sin saberlo nuestro grano de arena. La responsabildad será una consecuencia, no una causa. Consecuencia de la aplicación de la tecnología en nuestro ritmo cotidiano (internet y sus redes sociales, sus cambios estructurales, exportados a la gestión de las empresas, a la difusión de la música, al criterio para apreciar la mercancía). Cambio en el consumidor, propio de una época de crisis: el ahorro hace que todo se reestructure, desde el marketing y sus estrategias hasta el propio sentido del precio y del valor de las cosas. En un libro anterior Verdú habla del personismo de los objetos, porque ya estaba clara la cosificación de los sujetos. En este presente de crisis financiera el último de la cadena: el trabajador, es la víctima de una bestia oculta, el de su propia dialéctica entre el personismo y la cosificación. En ese juego nos perdemos todos y sólo logramos ver una crisis mediatizada y politizada. Las redes sociales son un ejemplo de un reemplazo de modelo, donde prepondera la cooperación horizontal y no la jerarquía vertical. Y quizás ahí esté la clave de lo que se nos viene encima. Pero entre tanto, también parece, según Verdú, que está dándose actualmente, una tercera guerra mundial, silenciosa y devastadora (como un virus). Las principales víctimas: los más desprotegidos, los que sufren el hambre y la desigualdad. Nosotros, privilegiados del primer mundo, cooperamos en internet para sobrevivir:¿podrá exportarse ese modelo?;¿cambiará esa especie de presión horizontal efectuada por inercia y de manera inconsciente, este infierno metódico por un mundo mejor para todos? No necesariamente. El individuo no es responsable de sus actos pero incide como masa: otra de las claves que expone Verdú. El capitalismo de la máquina y la velocidad y de la libertad del individuo de principios del siglo XX ya no tiene cabida en este momento.

Vicente Verdú nos relata la diferencia entre las distintas crisis a lo largo de los siglos pero también de los puntos comunes, los efectos de la especulación y el malestar ante la devastación indiscriminada, siempre tras un periodo de euforia sintomática. Convoca a testigos de excepción como Disraeli, Flaubert, Keynes y Zweig y apunta que la miseria ha sido la consecuencia de la macroeconomía inhumana. Así las cosas: el cambio lo protagonizaremos todos sin tener clara una responsabilidad consciente de a lo que nos conduce tanta inercia programada. Verdú cree saberlo, y es la principal hipótesis de su ensayo. La recuperación viene del mismo organismo enfermo (ya lo hemos dicho).

Del ensayo nos quedamos con las numerosas lecturas que va desgranando y con su propio disurso y la forma de plantearlo. Tal vez como nos sucede con Montaigne después de ir a las fuentes queramos volver a la visión genuina del ensayista.
Óscar H.

crimen, sexo y gran depresión


James M. Cain
El cartero siempre llama dos veces
RBA Barcelona 2009
Traducción de Federico López Cruz
158 pág.


Ocurre con esta novela que sorprende desde la primera página. El buscavidas Frank Chambers con sus reflexiones y su actitud ante lo que le va aconteciendo: vagando por el país y con un origen incierto (sabemos, y no necesitamos más, que llevaba unas semanas en Tijuana) recala en Calfornia, traído por un viento huracanado, en una fonda Los Robles Gemelos, regentado por un inmigrante griego Nick Papadakis, quien en seguida, viendo las condiciones en las que se encuentra, sin un céntimo para poder desayunar, le ofrece trabajo. Casi nada. La historia sucede durante la gran depresión, aunque en ningún momento se explica la situación social o económica del país. Más bien es el efecto en las trayectorias de los personajes la que hace pensar al lector la precariedad de la época. Frank llega como un viento a una cueva, aunque sin voluntad propia: es arrojado de un camión de heno en el que viajaba de forma clandestina. Podría ser un romántico vagabundo, nómada y aventurero que no dura mucho tiempo en ningún sitio. Hasta que se encuentra con Cora, la joven mujer del griego. Y lo que parece ser una simple aventura amorosa se convierte ayudada por las claves de la novela negra, en una trama criminal para sobrevivir, fundando la justificación de un crimen. Los personajes se ven forzados por una situación económica, pero también por propia voluntad. El mal que conduce al crimen vive libremente en una pasión mezcla de amor y de odio que atraviesa toda la novela. Frank le propone a Cora huir sin más. Pero Cora en un intento de fuga se lo piensa dos veces. Muestra una actitud más conservadora y práctica. Opta por la solución más técnica: es preferible eliminar el problema a huir de él. Chambers no quiere convertirse en un propietario, quiere como un bohemio empedernido seguir viajando con Cora. Frank decide marcharse solo, tras un intento fallido de asesinato. Pero el mismo viento lo trae de vuelta. El cartero llama siempre dos veces, porque siempre hay una segunda oportunidad, hay una esperanza aunque sea casi imposible, y la suerte vuelve a llamar. En este caso la suerte viene con visos de tragedia griega y fortuna medieval: dos enamorados autores de un crimen, en este segundo intento no fallan, salvados por un acuerdo entre aseguradoras y de nuevo definitivamente condenados casi por el propio destino. Entre medio el talento de Cain de saber contar sin concesiones una historia negra, dura pero con personajes ricos en matices. Nada es lo que parece en este clásico y todo soprende hasta el final.

Recordamos varias adaptaciones al cine de esta historia: dos que llevan el mismo título de la novela, de 1946 la primera, dirigida Tay Garnett interpretada por Lana Turner y John Garfield; y de 1981, la más popular y que retenemos en la memoria por el famoso episodio de la cocina, interpretada por Jessica Lange y Jack Nicholson y dirigida por Bob Rafelson. Hay una tercera que resulta ser la primera adaptación, de 1943, opera prima de Visconti que lleva por título Obsesión. Sin duda como muchas del mismo género es una novela ideal para ser adaptada. Ágil y con ritmo, es secuencial y con una gran carga de acción. Y con mucho diálogo. Perfecta para el cine. Pero mantiene un valor literario importante, el de la propia narración dramática: dos personajes que aunque condenados a estar juntos y a que nada de lo que les suceda sea normal o aburrido puedan ser testigos de su propio fracaso.
Óscar H.

lunes, 2 de noviembre de 2009

LA DIALÉCTICA NECESARIA


H.MARCUSE
El hombre unidimensional
Planeta de Agostini Madrid 1954
¿De qué nos habla Marcuse?: De los intrumentos de represión que el estado general de las cosas ha ido legándonos como si de una necesidad inherente al ser humano se tratase. ¿Cuál es la característica principal de esa instrumentalización?: ¿Podríamos decir que el vacío ideológico, o su conversión en souvenir nostálgico?; ¿En qué convierte eso a nuestra sociedad?: ¿Quizás en una amalgama de esfuerzo contraproducente para mantener el estado general de las cosas, que conduce a la garantía de esclavitud moderna?; ¿Cómo nos las hemos ingeniado para acabar así?: ¿Permitiendo que la razón y la ciencia se instrumentalicen a favor del capitalismo?

Estas respuestas y sus causas tratan de ser resueltas en esta obra imprescindible y de triste actualidad. A pesar de no estar viviendo una guerra fría, es decir entre dos bloques que anulan con herramientas distintas la sublevación o el simple pensamiento crítico, el contenido de la obra, su mensaje quirúrjico podemos extrapolarlo a hoy en día, donde el ciudadano carece de emancipación real para poder plegarse y protestar. La dialéctica no es posible aunque sea necesaria. Marcuse establece así un diagnóstico grave para el desarrollo cívico. En una combinación freudiano-marxista (tal y como hacía en Eros y civilización) Marcuse denuncia la problemática cultural con su lenguaje orwelliano de inversión de la realidad. Perteneciente a la Escuela de Frankfurt (foco de resistencia ante la alemania nazi, formado entre otros por Adorno, Horkheimer y más adelante Habermas) el propósito de esta obra es generar el comienzo de una dialéctica necesaria: localizando y describiendo una estructura unidimensional, crea un discurso que intenta alejarse, en un giro lingüístico no tan radical como el del primer Wittgenstein, de la táctica oficial y cotidiana.
Por eso Marcuse insinúa la necesidad de una protesta consciente y consecuente. Sin embargo cabe preguntarse, a efectos de hoy, por las consecuencias de la protesta. En el mejor de los casos la queja no cesa. En el peor se transforma o es tranformada para convertirse en un anuncio de acuarius: una respuesta por parte del sistema de asimilar, vaciándola de contenido subversivo, e introduciéndola en los cauces comerciales (veáse la moda neohippie por ejemplo). ¿Contra quién se enfrenta la protesta? Contra el hombre unidimensional. Como diría García Calvo y también Alain Finkielkraut, el concepto de hombre encubre su propia miseria.


Óscar H.

EL OTRO BOLAÑO


Roberto Bolaño
Una novelita lumpen
Anagrama Barcelona 2007
160 pág.

Agridulce retrato de la adolescencia huérfana con trasfondo de novela negra. La psicología del personaje narrador queda patente en sus reflexiones, el relato de sus sueños o pesadillas, la descripción de una ausencia (la de sus padres) y de una indolencia que ofrece un hueco lleno de frustración rutinaria. Puro Bolaño. Pero con ciertas diferencias. La primera: cambio de situación geográfica, la historia sucede en Roma; la segunda: los personajes no son poetas o delincuentes o actores pornos o una mezcla de todo esto. Pero sigue siendo reconocible el estilo. ¿Por qué? Pues para empezar por la radicalidad de los personajes, por sus silencios, por sus contribuciones a la historia. Radicalidad porque a pesar de contar el trasunto de dos hermanos normales, la condición de orfandad por la pérdida de los padres en un accidente automovilístico, los embarca en un viaje hacia las ofertas más descarnadas del ser humano, pero siempre con mucha calma. Una calma que agobia, que crea una atmósfera de angustia de la que el lector quiere salir cuanto antes, a ser posible con los dos protagonistas redimidos. Este viaje iniciático recuerda a las road movie, la carretera aquí son los días que pasan, las gasolineras y moteles son los personajes, extraños (boloñés y libio) que participan y desarrollan una trama de novela negra. Introduciendo al otro gran protagonista de la historia: un culturista, convertido en estrella del cine de romanos o peplum, que en el momento de encontrarse con Bianca se le ofrece al lector en una decadencia física y moral que ayuda sin embargo a la propia Bianca a encontrar un amor como fondo del pozo en el que termina. Gordo, calvo y ciego consigue inspirar por fin después de tanto tiempo un sentimiento de ternura en la joven. Ternura o piedad que como un espejo hace que se refleje en su propio círculo infernal, el de la indolencia, y lo tome como resorte para actuar y encauzar su vida, expulsar a los demonios (aquellos extraños) y aguantar el chaparrón con un sentimiento de esperanza. Precisamente ha hecho falta toda esta aventura de desarraigo personal para comenzar de nuevo. Nos despedimos con el primer llanto del hermano tras la pérdida de sus padres. La novela también hubiese admitido el subtítulo de génesis de un llanto. Otro Bolaño porque enfatiza en cierta sencillez y en el dominio de una estructura de género, propia de sus grandes dotes de narrador. Otro Bolaño porque es aparentemente más ligero, menos político, menos contestatario. Otro Bolaño y sin embargo pura literatura.



Óscar H.

El observador activo


François Truffaut
Paidos
296 páginas
Idioma: Español
ISBN: 844930752X ISBN-13: 9788449307522
(01/10/1999)
De Truffaut podemos decir que vivió para el cine. Niño casi huérfano, sufrió cosas parecidas (él cuenta que peores) a su héore Antoine Doinel (quizás por eso en su cine y en sus escritos refleja una infancia real, dura y muy solitaria, trata a los niños como son no como nos gustaría que fueran). Con la diferencia de que este niño llegaría a trabajar en 1947 con André Bazin, uno de los críticos más importantes del siglo XX. Escribiría en los Cahiers du cinéma, y dirigiría su primera película, Los 400 golpes con 25 años. Por lo tanto, precoz ya sabemos que lo fue, también contestatario, inconformista y gran amante. Dichas cualidades nacieron y giraron en torno al Cine.
Recomendamos su obra fílmica, la que hemos podido ver: Los 400 golpes, Disparad contra el pianista, Jules y Jim, La noche americana y Farenehit 451, y nos decidimos a seguir viendo el resto de su obra en un futuro. Miembro destacado de la Nouvelle Vague, junto a Rohmer, Chabrol, Rivette o Godard, su cine ofrece un verdadero romance con el cine. Declaración de principios, y mirada atenta a la estructura y personajes, pero sobre todo a la dirección. Una dirección invisible aunque muy palpable en el propio análisis de la historia, en la puesta en escena, en el desarrollo de la trama, en la exposición del héroe ante un dilema moral. Crea así una verdadera literatura de lo metaficticio.
Esta antología El placer de la mirada en sus prefacios o prólogos, ensayos y críticas al crítico, conferencias y pequeñas postales homenajes a sus grandes maestros(sobre todo Renoir)demuestra que lo suyo viene de un entendimiento empírico y auténtico. En las miles de referencias que realiza, con respecto a las películas y a los libros y a las personas implicadas, su discurso estético y moral comprende en su transmisión una sencillez y originalidad que asombra. Recordamos la referencia a Spielberg y a su participación como actor en Encuentros en la terecera fase, su humildad y honestidad, y el propio asombro ante la capacidad del director americano para ensamblar una historia en un proyecto tan ambicioso. Recordamos también la referencia a Jules y Jim y a cómo conoció al autor de la novela. Descubre la obra en una librería de ocasión y establece sin haber dirigido nada aún, una relación epistolar con este anciano escritor, autor de esta primera novela con más de 60 años, con el fin de adaptarla al cine: eso demuestra una verdadera convicción y necesidad por llevar a cabo un sueño, y hacer de ello algo más que un oficio: hacerlo realidad en una dedicación constante y cotidiana. Recordamos también, el profundo conocimiento de Hitchcok y Welles. Del primero destaca el control absoluto del personaje, del ritmo y de las elpisis en un mundo siempre angustioso: un maestro inventor del suspense fílmico. Del segundo un verdadero poeta de la imagen con una capacidad precoz que le proporcionó estrenarse como diretor también con 25 años y con la ópera prima más destacada del cine. Actor extraordinario y mago del montaje. No sólo con grandes palabras vive el hombre. El observador Truffaut nos enseña a mirar las virtudes pero también los excesos y propone argumentos para corroborar sus teorías. Argumentos, como ya hemos dicho antes, muy personales, nacidos de la pura observación y de un profundo conocimiento, propios de un autodidacta, y sin la pátina caduca del académico.
Escrito con estilo sencillo y directo, esquemático muchas veces, este dietario improvisado, hecho con fragmentos de una vida, atrapa al lector en una suerte de continuidad de obras distintas. Invitando al amante del cine a convertirse en un observador activo.


Óscar H.