martes, 24 de noviembre de 2009

Expediente K.


El expediente H.
Ismael Kadaré
Traducción de Ramón Sánchez Lizarralde
Alianza. Madrid. 2001
179 pág.

Dos especialistas irlandeses de Nueva York viajan a Albania con el fin de estudiar los orígenes del género épico. Es en un reducto de las montañas de este lugar, llamado N., que aún se conserva la costumbre del rapsoda "lahutar", instrumentalista de la memoria. Los orígenes que expliquen el enigma de Homero (¿existió Homero?; ¿qué se esconde detrás de este nombre?) también supondrán el estudio de este género de una manera novedosa (a través de un magnetófono, que irá registrando las variaciones que de un mismo canto realiza el mismo rapsoda, en grabaciones distintas). Las consecuencias serán de una relevancia trascendente en el estudio homérico. Willy y Max, los especialistas, tendrán la difícil y apasionante tarea de practicar una arqueología con fósiles vivos. El presente bañado de pretérito a través de las gargantas y la memoria y el olvido (significativo) de estos hombres monteses que se ofrecen como la sombra de un árbol milenario. En ellos y en sus cantos (con una estructura y una temática paralela y común al identificado como epopeya homérica) la historia no tiene cronología y la dimensión temporal se descubre atemporal y mágica. Sin embargo, Willy y Max, se encontrarán con más dificultades de las que eran de esperar. Entre las más destacadas, las diferencias y rivalidades entre los pueblos albanés y servio. Los habitantes de N. desconfían de estos investigadores. El subprefecto, por orden ministerial, espía todos los movimientos de estos lingüistas. Lo que planteará un argunmento desdoblado y paranoico entre lo que en realidad hacen y lo que se cree que hacen. Esta paranoia argumental es tratada a la manera de Thomas Bernhard con una aguda ironía, y un humor que roza lo trágico. Con un lenguaje retórico y jurídico-procesal (he aquí la referencia kafkiana) el espionaje dirigido se convierte en una parodia perfecta del régimen que le tocó vivir y sufrir al propio Kadaré.
Pero hay más: el drama doméstico que los distintos protagonistas de la historia van desarrollando ante el lector, a través de sus propias reflexiones. Así el narrador omnisciente se funde en las voces internas y en los propios informes (casi humorísticos) de las observaciones de los espías. Se logra así un mosaico de voces que construyen el material para la antiépica. Aquí hay que contar lo que no es honorable, no hay grandes gestas sino grandes silencios. Es la historia del reprimido y del olvidado.
El expediente H., obra asombrosa por una apuesta original y arriesgada sirve como trampantojo para criticar los procedimientos de anulación del individuo y de liquidación de la memoria en un estado dictatorial, y nos emplaza para descubrir la obra de este genial narrador, reciente premio Príncipe de Asturias de Las Artes y Las Letras. Se convierte así este expediente irrisorio (aunque muy serio), para muchos que no lo conocíamos, en la excusa por la que seguir indagando en las novelas de supervivencia de una literatura subversiva (donde se ofrece una crítica sobre estos dos pueblos milenariamente enfrentados). A pesar de ser albanés, la autocrítica es ejercida, cebándose, cómo no, en la clase política, pero también en el resto de habitantes, con alguna que otra excepción (el posadero y su ayudante). La paranoia y el provincialismo son la moneda de cambio de esta fábula.Y desde luego los serbios que aparecen, Kadaré, tampoco los deja bien parados. Quizás los únicos tratados con verdadera diginidad sean los menos protagonistas, los que están a la sombra, los más humanos (aunque se monten sobre un mito): los propios rapsodas. Así este expediente homérico albanés, se convierte con la distancia de los años ( el autor escribió la novela en 1981, aunque la reescribió libre de trabas en 1990, acogido a un asilo político en Francia) en el expediente K., trasunto tragicómico del propio autor.

Óscar

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