lunes, 23 de noviembre de 2009


El juguete rabioso
Roberto Arlt
Edidión de Rita Gnutzmann
Madrid Cátedra 1995
239 pág.

Para algunos la novela más autobiográfica de Arlt, El juguete rabioso establece una relectura de la novela picaresca, desde sus orígenes pasando por esos grandes personajes de la novela rusa finisecular. Dividida en cuatro episodios, nos bastan éstos para esbozar un perfil anatómico y psicológico de Silvio Astier, pero no sólo de él, sino también y en mayor medida de una sociedad, que de forma generalizada, sigue en nuestros días estirando sus tentáculos debastadores para con el hombre. Subvertida la cita de Hobbes, podríamos decir que la sociedad es un lobo para el propio hombre, pero no sería justa, ni se acercaría a lo que clarividente Roberto Arlt nos muestra con su obra. En el primer capítulo el autor establece el perfil del personaje que cuenta con catorce años y transforma la realidad que le envuelve tergiversándola con el prisma de las lecturas de libros de tono romántico y astutos aventureros (¿Quijote del s.XX?) que lee. Así "el Club de los Caballeros de la Media Noche" se intentará imponer a la miseria (la de cada uno de los muchachos) mediante el robo (magnífico el hurto en la biblioteca), pero pronto el fracaso se cierne sobre los debutantes y conspiradores del orden establecido, ricos y pobres son ricos y pobres. Fracasados los intentos del club de cambiar la realidad, es ésta la que los cambia a ellos. En el segundo capítulo, "Los trabajos y los días", Silvio comienza a trabajar en una librería (nuevamente los libros) pero el absurdo, la vejación y la rabia lo llevan a intentar destruir aquello que le alimenta, la ficción representada por los libros, y la librería en sí, pero fracasa nuevamente. Qué cercano se me hace en este episodio el magnífico Auto de fe de Elías Canetti. En el tercer capítulo, Silvio intenta canalizar todo el saber que ha ido acumulando con la experiencia y la lectura, e ingresa en la Escuela de Aviación donde no tardan en engañarlo, esbozando el lema necesario de la ignorancia para seguir en la Escuela. Ésto conduce a nuestro personaje a intentar suicidarse, pero no lo consigue, nuevo fracaso. El título del último de los capítulos ya lo dice todo: "Judas Iscariote". Muchas veces ocurre que debemos sumergirnos en el pozo de una angustia que (aun provocada por nosotros mismos) nos supera. Ese paso atrás, a veces necesario para aprender, otras no tanto (porque se hace paradógicamente difícil salir o retornar la marcha) nos lo muestra magníficamente bien Ernesto Sábato y sus héroes y sus tumbas,... pero esto es harina de otro costal. En sí, creemos que esta novela y el periplo que emprende Odiseo Astier, quiero decir, Silvio Astier, y en concreto el último de los episodios, ese Judas, no son más que el preludio, la antesala de la sorpresiva y angustiosa maravilla que representa la obra posterior de este maestro de la narración que es Roberto Arlt.
Samuel

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