jueves, 29 de octubre de 2009

PÁLIDO FUEGO, DE NABOKOV













Pálido fuego
Autor: NABOKOV, VLADIMIR
Editorial: ANAGRAMA
Año de la Edición: 1992
Género: Literatura contemporánea
ISBN: 9788433920607
Traducción: Aurora Bernárdez

Cuando Charles Kinbote justifica, a manera de prólogo, el poema que su inusual vecino dejó escrito antes de su asesinato, lo hace como si gracias a su exilio de Zembla, el poema hubiese sido fraguado en consonancia con su historia, la de su tierra natal y su propia vida. Podríamos decir, de la mano del ladrón, que al abrir el libro de Nabokov se abre, inevitablemente, las puertas esquizofrénicas de una mente única que enarbola la historia a su merced. Charles Kinbote se convierte en el artífice voluntario de la novela, desarticulando y tergiversando, magistralmente, lo que el magnífico (o mediocre) poeta, John Shade, dejó como manuscrito y epitafio de su gran obra y vida.
El principio, Prólogo, es toda una declaración de intenciones por parte de Kinbote, editor inevitable de ese “poema en pareados decasílabos, de novecientos noventa y nueve versos, divididos en cuatro cantos” que es Pálido fuego. Pero no sólo eso; no un simple poema inquietante y esplendoroso a la manera de Gorostiza y su Muerte sin fin, donde la muerte de la hija del poeta nos lanza hacia cotas de paroxismo y misterio… Kinbote, desde una postura nada humilde más bien prepotente, se hace único responsable de que haya sido posible el prodigio del poema. Pero quizás Kinbote siquiera exista. Así, Nabokov, disfrazado de exilado “zemblano” o suicida, nos sumerge en la mente de este desconcertante personaje que, a través del comentario del poema, lo eclipsa todo; la realidad más evidente, la existencia siquiera de John Shade, pasa por el filtro o la mirada singular del verdadero creador de todo este juego que significa la novela moderna. En nuestro afán por descifrarlo todo herramos de continuo. Quién es quién. En último término, es la novela, palabra impresa, la única protagonista: asesina, poeta, comentarista, suicida, sicario,…
El ladrón dice que todo surge de un posible Principio de Causalidad, a la manera de Hume, y por lo tanto, trayendo consigo la inevitable creencia o “fe” ciega, nunca certeza, de que nos adentramos, según transcurre la lectura, en una selva de vidas paralelas o invenciones (a la manera del magistral Marcel Schwob) en que nada es lo que parece. De esta manera, la magia de las correspondencias también es partícipe del desconcierto. Pensemos por un lado en la casilla 118 de Rayuela, donde Cortázar se hace eco de la impresionante obra de Malcolm Lowry, Bajo el volcán, citando: “¿Cómo convencerá el asesinado a su asesino de que no ha de aparecérsele?”; ahora, fijémonos en los siguientes versos de John Shade (Nabokov) en la página 233 de la edición que manejamos (¿casualidad el hecho de que quien traduce sea Aurora Bernárdez?):
“¿El asesino muerto debería tratar de abrazar
A su ultrajada víctima a la que ahora debe enfrentar?”
A fin de cuentas somos perseguidores, lunáticos adheridos a la palabra. El juego de la novela moderna nos sustrae de querer encarnar a seres que son ficción, que son las sombras de una obra inacabada, donde el asesinado y el asesino, son la única cara que nos devuelve el espejo de la pared.
De qué nos sirve las siguientes palabras del propio Nabokov, extraídas de un fragmento de entrevista que el autor ofreció en The New York Herald Tribune en 1962, traducida por Javier en esa magnífica página que es El lamento de Portnoy:
“Creo que esta es una novela directa. La revelación más clara de la personalidad se encuentra en el trabajo creativo en el que un individuo se vuelca. Aquí el poeta es revelado por su poesía; el comentarista por su comentario. [Pale Fire]. Es más entretenida que las otras [novelas], y está llena de ciruelas que yo sigo esperando que alguien encuentre. Por ejemplo, el molesto comentarista no es un ex-rey de Zembla ni es el profesor Kinbote. Es el profesor Botkin, o Botkine, un ruso loco. Su comentario tiene notas dedicadas a la entomología, la ornitología y la botánica. Los críticos dicen que yo desarrollé algunos de mis temas favoritos en la novela. Pero lo que no notaron es que Botkin no sabe nada sobre ellos, y que sus notas son horrorosamente erróneas…Nadie ha notado que mi comentarista se suicidó antes de terminar el índice del libro…La última entrada no tiene página…E incluso Mary McCarthy, quien ha descubierto más en los libros que la mayoría de los críticos, le costó encontrar la fuente de su título, y cometió el error de buscarla en “La Tempestad” de Shakespeare. Viene de “Timón de Atenas”[“La luna es una ladrona descarada, y su fuego pálido, lo usurpa del sol”]. Espero que señalar estas cosas tal vez ayude al lector a disfrutar más de mi novela”.

Samuel R.

jueves, 22 de octubre de 2009

TODO COMO ANTES, de Kjell Askildsen


TODO COMO ANTES
Kjell Askildsen
Prólogo de Julián Rodríguez
Traducción de Kristi Baggethun y Asunción Lorenzo
Debolsillo. Barcelona. 2008
253 páginas
“El que no tiene nada por que vivir tampoco tiene nada por que morir”
Está considerado como uno de los grandes escritores de relato corto. Se le ha comparado con Raymond Carver. Creo que una de las posibles claves para comenzar esta reseña, se encuentra en el extraño pero revelador prólogo de J. Rodríguez. A propósito del existencialismo comenta aquel otro prólogo de Gombrowic a su novela Pornografía: “El existencialismo se esfuerza por reinventar el valor, mientras que para mí lo subvalioso, lo insuficiente, lo subdesarrollado, están más cerca del hombre que todos los valores”.
Después de una lectura no demasiado meditada de este libro de cuentos, descubro un paisaje arrasado por las frustraciones. Encuentro un gran enfado. El enfado contra el tiempo y sus promesas. Lo que me parecían aciertos de estilo, con una economía lingüística llamativa, y una demora en pasajes narrativamente insulsos, se convierten además en una extraordinaria pincelada con mayor o menor fortuna de los inconvenientes rutinarios. De la vida como inconveniente rutinario. Desde el viejo que va contando cómo le parece cada vez más difícil salir de su casa, con el temor de que puedan meterlo en algún centro, hasta aquel viudo que tras la pérdida de su mujer parece que lo único que desea es acostarse con su propia hermana. Askildssen tuvo problemas, luego de un reconocimiento, con la censura de su país por cierta indecencia inmoral que al parecer proyectan estas insignificantes grandes historias. Recuerdo también a aquel sospechoso de violación a una menor, que en su paranoia parece convertirse en el propio violador, o aquella pareja que tras mucho tiempo no saben cómo comunicarse. Pero al final este inventario de anécdotas no es más que eso. Lo que le confiere valor literario, es la manera y la elección de modos narrativos y de temas que no tienen al parecer ninguna relevancia, pero que son finalmente los más relevantes. Eso se lo debemos a este escritor sueco, nacido en Mandal en 1929. No sé si merece la pena o no leerlo. Que cada cual haga lo que juzgue oportuno.
H. ELDERBER

JACOB VON GUNTEN, de Robert Walter


JACOB VON GUNTEN
Robert Walter
Traducción de Juan José del Solar
Siruela / Bolsillo. Madrid. 1998
126 páginas

“La masa es el esclavo de nuestro tiempo y el individuo el esclavo de la grandiosa idea de masa. Ya no hay nada bello ni excelente. Lo bello, lo bueno y lo justo has de soñarlo tú mismo. Dime ¿sabes soñar?”

El escritor Robert Walser (1878-1956) narra, en su tercera novela la estancia del protagonista en el instituto Benjamenta. La historia de Jacob Von Guten, quizás no importe demasiado en esta novela. Quizás como comenta Walter Benjamín (oportunamente incluido en la breve reseña de la contracubierta de la edición que manejamos) lo relevante sea la existencia de esta institución. El individuo burgués queda anulado, y las peripecias del joven Jacob quedan ensombrecidas por la filosofía pedagógica y el efecto voluntario de nuestro protagonista. Como dice Jacob a manera de prólogo: “Aquí se aprende muy poco…los muchachos del Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada…la enseñanza que nos imparten consiste básicamente en inculcarnos paciencia y obediencia, dos cualidades que prometen escaso o ningún éxito. Éxitos interiores eso sí”.
La obra se plantea como un diario, y el personaje evoluciona en su contradicción, a la vez que avanza la historia. El avance no supone sino la total desaparición del mundo social. Al final sólo señor y sirviente. Herr Benjamenta le pide a su joven discípulo, único alumno de una academia arrasada por el tiempo, que lo acompañe en lo que también parece su aventura vital, como si de Sancho Panza se tratara.
Ésta es la crónica de un desajuste, de una liberación, de una impostura. La paradoja del yo que decide someterse para poder ser libre. El individuo burgués representante del progreso industrial, insertado en un eje histórico aparentemente lineal y evolutivo, da paso a la fragmentada reivindicación del individuo reflexivo. No se reclama una individualidad egoísta ni solidaria. Sino aquella que se autoproclama como eslabón interior del mundo. Ese aprendizaje casi religioso de austeridad y sometimiento no conduce al yo alienado sino a su expresión desnuda. Quizás es el yo y su transformación lo que importa. El diario (realmente no es técnicamente un diario), sin que haya pautas cronológicas, se desenvuelve en la mirada interior del personaje principal. De manera que lo que comienza siendo el retrato de un lugar y de unos personajes, se convierte en la experimentación del yo discursivo. Todo lo que es mirado se ve afectado por la mirada, y viceversa. Jacob comenzó retratándose como un niño mimado y terminó en la lucidez del enfant terrible. Y por lo tanto, acepta las condiciones del juego sin traicionarse a sí mismo.
Walser ha creado escuela, y hoy en día existe un escritor en España, que en la reivindicación del autor suizo, parece querer darnos pistas para comprender su estilo. Se trata de Enrique Vila-Matas, al que la academia de la lengua le premia por su novela El doctor Pasavento, al parecer porque lo pillaron en el intento de una narrativa original donde ofrece un lenguaje novedoso. En esta novela se incluye la peripecia vital y novelesca de este Robert Walser, con su búsqueda de la verdad en las cosas más insignificantes y pequeñas, de ahí aquellos microgramas prácticamente ilegibles.
El extraño Von Gunten, descendiente de una familia aristocrática, cree no poseer las cualidades del arribista social y prefiere que le inculquen los valores de obediencia y subordinación donde residen, piensa, los principios auténticos de la vida. Además ha vendido su reloj para poder comprar tabaco: “sin reloj puedo vivir; sin tabaco no”.
El aparente absurdo de estos personajes, con sus irascibles y temperamentales cambios de humor, poniendo cuidado en una obcecación un tanto disparatada, convierte a Walser en un retratista de lo real, donde la imaginación y la voluntad se unen para quebrar la convención narrativa. Quizás por eso fue un escritor admirado por Kafka.

H. ELDERBER

lunes, 19 de octubre de 2009

El cielo es azul, la tierra blanca, de Hiromi Kawakami


Tsukiko, la narradora de esta historia de amor, nos adentra a la vez en la crónica de un encuentro y en su propio olvido. Y no sólo lo consigue con el relato de un trasunto de hechos más o menos interesantes, sino que también aporta como rasgo de estilo la calidad del silencio. La elipsis y el uso dosificado de información logran sugerir y convocar al lector, como testigo cómplice, a un mundo propio. Una suerte de gusto agridulce parece envolver la historia. La soledad parece unir a sus protagonistas, pero también los gustos culinarios, las discusiones silenciosas, el aburrimiento cotidiano. Nada convencional, no sólo en su tratamiento sino también en la sutileza narrativa, esta historia es el producto de una aguda observación del comportamiento humano. La relación que se entabla entre la joven de 38 años y su antiguo maestro de más de 60 ofrece, desde el principio, la complejidad de las relaciones personales. Con un estilo sencillo, de oraciones cortas y con un ritmo ágil, Kawakami parece destilar, a través de una acción casi cinematográfica, el contenido de escenarios y situaciones que ofrecen al lector un gran estímulo sensorial. Ayuda una estructura donde los capítulos son como pequeños cuentos, que van desgranando la filosofía de una felicidad inesperada en clave metafórica y con gran contenido poético. Al igual que los haikus de Basho que van acompañando a la sabiduría académica del profesor Matsumoto, la impronta visual, predomina con una garantía que recuerda a Murakami y a Tanizaki. Sin embargo se desliga del primero en su contención imaginativa, en pro de una mayor verosimilitud de lo contado. La anécdota se desarrolla en un marco real y aunque con algo de ensoñación, se centra en la relación psicológica de un encuentro generacional.
La novela fue premio Tanizaki, y llevada al cine con gran éxito. Es la primera obra traducida al español de la escritora japonesa y ya ha salido la segunda edición.
H. ELDELBR