jueves, 22 de octubre de 2009

JACOB VON GUNTEN, de Robert Walter


JACOB VON GUNTEN
Robert Walter
Traducción de Juan José del Solar
Siruela / Bolsillo. Madrid. 1998
126 páginas

“La masa es el esclavo de nuestro tiempo y el individuo el esclavo de la grandiosa idea de masa. Ya no hay nada bello ni excelente. Lo bello, lo bueno y lo justo has de soñarlo tú mismo. Dime ¿sabes soñar?”

El escritor Robert Walser (1878-1956) narra, en su tercera novela la estancia del protagonista en el instituto Benjamenta. La historia de Jacob Von Guten, quizás no importe demasiado en esta novela. Quizás como comenta Walter Benjamín (oportunamente incluido en la breve reseña de la contracubierta de la edición que manejamos) lo relevante sea la existencia de esta institución. El individuo burgués queda anulado, y las peripecias del joven Jacob quedan ensombrecidas por la filosofía pedagógica y el efecto voluntario de nuestro protagonista. Como dice Jacob a manera de prólogo: “Aquí se aprende muy poco…los muchachos del Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada…la enseñanza que nos imparten consiste básicamente en inculcarnos paciencia y obediencia, dos cualidades que prometen escaso o ningún éxito. Éxitos interiores eso sí”.
La obra se plantea como un diario, y el personaje evoluciona en su contradicción, a la vez que avanza la historia. El avance no supone sino la total desaparición del mundo social. Al final sólo señor y sirviente. Herr Benjamenta le pide a su joven discípulo, único alumno de una academia arrasada por el tiempo, que lo acompañe en lo que también parece su aventura vital, como si de Sancho Panza se tratara.
Ésta es la crónica de un desajuste, de una liberación, de una impostura. La paradoja del yo que decide someterse para poder ser libre. El individuo burgués representante del progreso industrial, insertado en un eje histórico aparentemente lineal y evolutivo, da paso a la fragmentada reivindicación del individuo reflexivo. No se reclama una individualidad egoísta ni solidaria. Sino aquella que se autoproclama como eslabón interior del mundo. Ese aprendizaje casi religioso de austeridad y sometimiento no conduce al yo alienado sino a su expresión desnuda. Quizás es el yo y su transformación lo que importa. El diario (realmente no es técnicamente un diario), sin que haya pautas cronológicas, se desenvuelve en la mirada interior del personaje principal. De manera que lo que comienza siendo el retrato de un lugar y de unos personajes, se convierte en la experimentación del yo discursivo. Todo lo que es mirado se ve afectado por la mirada, y viceversa. Jacob comenzó retratándose como un niño mimado y terminó en la lucidez del enfant terrible. Y por lo tanto, acepta las condiciones del juego sin traicionarse a sí mismo.
Walser ha creado escuela, y hoy en día existe un escritor en España, que en la reivindicación del autor suizo, parece querer darnos pistas para comprender su estilo. Se trata de Enrique Vila-Matas, al que la academia de la lengua le premia por su novela El doctor Pasavento, al parecer porque lo pillaron en el intento de una narrativa original donde ofrece un lenguaje novedoso. En esta novela se incluye la peripecia vital y novelesca de este Robert Walser, con su búsqueda de la verdad en las cosas más insignificantes y pequeñas, de ahí aquellos microgramas prácticamente ilegibles.
El extraño Von Gunten, descendiente de una familia aristocrática, cree no poseer las cualidades del arribista social y prefiere que le inculquen los valores de obediencia y subordinación donde residen, piensa, los principios auténticos de la vida. Además ha vendido su reloj para poder comprar tabaco: “sin reloj puedo vivir; sin tabaco no”.
El aparente absurdo de estos personajes, con sus irascibles y temperamentales cambios de humor, poniendo cuidado en una obcecación un tanto disparatada, convierte a Walser en un retratista de lo real, donde la imaginación y la voluntad se unen para quebrar la convención narrativa. Quizás por eso fue un escritor admirado por Kafka.

H. ELDERBER

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