martes, 23 de febrero de 2010

Las correspondencias de la nimiedad










Cosmos
Witold Gombrowicz
Planeta. Barcelona. 1998. 1ªed.1965
235 pág.



Dónde están "los orígenes de la realidad" (palabras de Gombrowicz) y si se quiere, los límites de ella. Todo radica en organizar el caos aparente cual si detectives privados fuéramos. Cosmos se yergue como intento descomunal por organizar una realidad que se nos presenta desde lo cotidiano y nos provoca extrañeza. Publicada casi treinta años después que su hermana mayor Ferdydurke se mantienen aquí temas que ya quedaban trenzados (como una gran telaraña) entre realidad y creación, entre lo conocido y lo extraño o ajeno. Pero se va más allá. La Naturaleza es un templo cuyos vivientes pilares..., se comunican entre sí, se trazan líneas invisibles que nos hacen responsables (potenciales) de la deformación en ese cristal cóncavo en que nos reflejamos y nos perdemos tantas veces. La mayoría de nosotros obviamos lo que se nos ofrece en bandeja de plata (quizás la cabeza del Bautista) para desentrañar o conocer la realidad (o nada). Huir de la realidad cotidiana para embarcarse en una realidad desdibujada pero más real. Un gorrión colgado de un alambre que desemboca en señales, flechas borrosas que señalan un lugar concreto donde se divisa un palito que cuelga de un hilo, un gato ahorcado por la mano consciente del protagonista. Bocas que se superponen como primeros planos de un film que sólo está en nuestra mente. Bocas que, oscuras (una de ellas deformada), nos sumergen en lo sexual. Heraclio está presente en todo momento, y Euclides y Góngora. Soledades.... necesarias para desentrañar la ignominia de cada cual, el periplo invisible de esas señales que se nos presentan y que la mayoría de veces no vemos, o ignoramos porque nos puede el miedo.
Con forma de novela policial y bajo el auspicio de lo desentrañable (de lo por descubrir) el genial Gombrowicz nos impulsa hacia atrás o hacia adelante (indistintamente) en ese afán que tanto persiguió al escritor cuasi-argentino y nos persigue a sus lectores por re-descubrir la sonrisa, el monstruo o el asesino que llevamos dentro. La necesidad de establecer un orden en el caos de la vida a través de dos series, como mínimo, las bocas y los ahorcamientos. Este es el primer paso, que tan bien observó Deleuze en una reseña sobre Cosmos, para trascender las fronteras que nos separan de un abismo sexual, donde la palabra berg se convierte en detonante o big bang de Todo. Necesidad espiritual que nos ayuda a respirar un aire de por sí ya viciado con tanta oscuridad, palabra no dicha o silencio.
Esta novela fue galardonada con el Prix International de Littérature en 1967. Desde nuestro punto de vista recomendamos fervientemente la obra de Witold Gombrowicz, desde sus Diarios, pasando por Los Hechizados y cómo no, Ferdydurke,....


Samuel R. H.

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