miércoles, 17 de febrero de 2010

un sacrificio impuesto

Carpe Diem
Saul Bellow
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
Barcelona. Debolsillo. 2009

170 pág.

Sin salida se encuentra el protagonista de esta historia. Con casi 50 años Bellow nos lo retrata dentro de la trampa que ha dispuesto su propia insatisfacción ante la vida. Algunos lo denominarían incapacidad para crecer o madurar, otros simplemente mala suerte. Separado de su mujer a quien ya no soportaba, debe pasarle una pensión para mantenerla a ella y a sus dos hijos. Despedido de su trabajo como jefe de ventas intenta salvarse invirtiendo en bolsa, aconsejado por Tamkim una especie de psicólogo estafador. Su padre casi octogenario que no disimula el profundo desinterés por su situación actual, se negará a prestarle dinero.

Y junto a tanto fracaso se nos insinúa la burla del destino con un personaje amargado y patético, testigo de sus continuos errores. No tiene suerte, pero sigue apostando. Sigue esperando, que la tan manida fortuna advierta su presencia por una sóla vez. Creyendo en el carpe diem. Valentía, estupidez o ambas cosas. Parece que Bellow nos advierta sobre las frustraciones y el precio tan alto que hay que pagar para enfrentarse a ellas. Por eso desde la ironía el soñador no tiene sino tropiezos. Sin embargo y aunque el narrador nos muestre los hilos de este teatro de marionetas, nos quedamos con el talento para montar una psicología fragmentaria, a través de los recuerdos, miedos y sombras, descubiertos para el lector y confirmados para el protagonista, en este particular viaje hacia el desamparo, derivando en una parada imprevista: el duelo de un desconocido y la explosión en llanto de nuestro héroe. Quizás la metáfora de dos fenómenos vitales: una muerte inesperada ( la de su propio sueño) y un sacrificio impuesto.


Óscar Hernández

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