lunes, 4 de enero de 2010

la humildad del buen narrador


Tres vidas de santos

Eduardo Mendoza
Seix Barral Barcelona 2009
192 pág.



Tres retratos distintos, por su estilo y por su temática, que tienen en común el descubrimiento de una verdad relativa, la de los fastos sociales: la fama o reconocimiento social, la frágil perspectiva y su recomposición en mentiras institucionalizadas, dando la espalda a lo que nos hace más genuinos: la sorpresa cotidiana y las relaciones afectivas. En el primer cuento, la historia se desarrolla como una crónica social, a través de las peculiaridades del franquismo y de la conservadora y superviviente visión de la burguesía, descubriendo los entresijos más incómodos de la miseria humana; en el segundo relato, cambiamos de época y de paisaje, y nos encontramos ante la búsqueda del orden a través del caos: el hijo de una oftalmóloga famosa, que va a recibir en su nombre el premio por su investigación, cuyos episodios casi catalépsicos lo ubican en el envés de la trama de su propia vida. Y por último la obra se cierra con un magnífico recuento sobre el oficio de escritor y su cualidad accidental: lección de humildad para muchos.
Mendoza tiene la rara habilidad de entretener y de enseñar. Da pequeñas lecciones sin quererlo. En su universo narrativo la seriedad y su parodia como vehículo crítico, no hacen sino convocarnos a la reflexión y al entusiasmo del buen narrador: el que conoce su oficio, y sabe mantenerse al margen, para que sus personajes tengan algo que decir, a veces desde la caricatura y lo fantástico, otras, desde el dietario de un observador con memoria. De todas formas el análisis de todo el material humano que impregna estos cuentos comprende un itinerario por la acción dosificada, por el giro inesperado, por un planteamiento ambicioso y de factura brillante: directo en la forma y oblicuo en el contenido, con la justa retórica que exige el tema de cada relato. Y aunque quizás no reclame una segunda lectura, su propósito se mantiene en el recuerdo. La sencillez también es memorable.

Óscar Hernández

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