jueves, 10 de diciembre de 2009

el inventario de Tomeo


El crimen del cine Oriente
Javier Tomeo
Plaza&Janes. Madrid.1997
197 pág.



¿Quién puede cometer un crimen? cualquiera. Ésa es al menos la tesis de Tomeo. Ninguno es tan poco mosntruo para quedar absuelto de lo irracional y una de las manifestaciones de lo irracional más referidas en el arte es el crimen. Lo irracional nos hace humanos, no todos los monstruos serán humanos pero todos los humanos sí son o pueden llegar a ser monstruos. Y por supuesto las apariencias engañan. La protagonista de esta historia, María, cuyo anitguo oficio en un prostíbulo y la propia lluvia (circunstancia decisiva, y recurso narrativo clásico) la ha llevado a refugiarse en el cine Oriente, nos cuenta lo que en menos de una semana le va a ocurrir en su vida: conocerá a un hombre llamado Juan, empleado del cine, cojo, medio impotente, borracho y mentiroso, que le propondrá vivir con él y trabajar de taquillera. Y éste es un rasgo de estilo del propio Tomeo, con un lenguaje sencillo, antiretórico, repetitivo y directo ensambla una crónica acumulativa que parece no conducir a nada, que parece la propia nada. Los hábitos diarios y las referencias sexuales tan decepcionantes y tan reveladoras para la construcción psicológica de Juan y de la propia relación que se establece entre ellos, son una rutina que la narradora relata con una monotonía casi de inventario. De fondo el cine y las películas que van proyectándose dan cuenta del aislamiento y de la incomunicación de los protagonistas. Son todo características del estilo del propio Tomeo, en sus novelas (Napolén VII, Amado monstruo, El castillo de la carta cifrada, La noche del lobo...) los rasgos comunes son la incomunicación, el análisis de la psique humana y lo difusa que es la línea que separa lo convencional de lo instintivo. Nuestra protagonista se siente a salvo de su antiguo novio que la maltrata y también de su antiguo oficio. Lo que de entrada puede suponer una mejora en su vida, conocer a una especie de príncipe azul, encontrarse en un supuesto hogar y aplicar lo inculcado por su madre, su arte culinario, y su habilidad para hacer remiendos o coser botones, es decir ser una señorita de bien, resulta grotesco en este infierno del cuento de hadas y de su imposición, donde todas estas hipocresías se dan de bruces con la realidad. Aquí sólo vale la supervivencia, y ésta puede llevar al crimen (no creo que Tomeo quiera justificarlo moralmente, más bien lo que creo que hace es desenmascarar tabúes y para ello recurre al pozo de uno mismo y lo lejos que está de todo lo demás, su profundidad insalvable que lo separa de la sociedad que lo ha cavado). En ese inventario de sus andanzas siempre tendrá presente a su familia, como recuerdo de otra vida, gracias a un álbum de fotos que lleva consigo ( la fotografía como un pasado intacto al que acudir en los peores momentos). En cuanto se le niegue también eso, interrumpirá el inventario, sólo por unas breves horas (concluyentes, morbosas y cómicas).
La novela fue adaptada al cine en 1997 por Pedro Costa y la protagonizó Anabel Alonso y Pepe Rubianes. Tomeo se ha convertido en un explorador de conflictos, en un agitador de concienias. Siempre muestra, desde el humor y la ironía, lo más oscuro que llevamos dentro. Ese monstruo que nos hace humanos.

Óscar Hernández

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