martes, 29 de diciembre de 2009

el regreso


Invisible
Paul Auster
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
Barcelona Anagrama 2009
288 pág.



Todas las virtudes narrativas de Auster están presentes, desde nuestro parecer, en este relato. Invisible supone el regreso del escritor americano después del intento fallido de su antepenúltima obra y de la irregular penúltima, es decir, Viajes por el scriptorium y Un hombre en la oscuridad. Brooklyn Follies, es el último gran esfuerzo. Pero en ésta se sintetiza y se depura, concretándose con un oficio más que labrado, y con un plan previo que en todo momento reduce el relato a una propuesta meditada, casi de tesis. ¿Y cuál es esa idea básica que supone el conflicto y el motor de la historia? : pues la fragilidad moral abordada desde el cuestionamiento ético del protagonista. Un suceso en su vida temprana (con tan sólo 20 años, y un futuro como escritor y crítico muy prometedor) lo marca para siempre. Y supone la brecha que hace que casi 40 años después recapitule y ponga por escrito lo más relevante de ese año, 1967, ofreciendo el conocimiento del mal, del amor prohibido y de la vocación literaria, más bien lírica, en tres partes, sucesivas que serán contadas, corregidas y comentadas por un compañero suyo de la Universidad: Primavera, Verano y Otoño, suponen una separación cronológica y vital.
Queda claro, desde el final de la primera parte, que el género utilizado, (a parte del análisis psicológico muy a lo Dostoievski, con esas confesiones sobre relaciones incestuosas, crimen y testimonio ficticio, insertadas en una sociedad convulsionada por los conflictos bélicos, y la repulsa social ante el pragmatismo caduco e interesado que hacen de la guerra un negocio), es el de intriga. Recuerda y se suma por eso a la Trilogía de New York, con una mezcla policíaca y metafísica.
Agradecemos que el final sea abierto, y que cada lector continúe en su cabeza con el recuento de hipótesis sobre el destino de estos personajes, desaparecidos, casi invisibles. La novela es también, como suele ser recurrente en Auster, un laboratorio de reflexión sobre el metalenguaje literario. Como es un testimonio real, los nombres están cambiados y la invisibilidad de la realidad se hace necesaria para alumbrarla con la visibilidad de la ficción. Lo único que echamos de menos es que los personajes no sean mediocres en sus habilidades, quizás lo sean en su moral, lo son sin duda, pero no es suficiente (no es que defendamos la mediocridad, pero es que la realidad y mucho de lo que hacemos en nuestra vida es mediocre, y quizás sea más fructífero convivir con esta, conocerla, para poder luchar y resistir, que negarla, decir que el mal mediocre me es ajeno, que el yo puro e intelectualmente superior se ve atrapado en unas redes ajenas, constituidas por un mal grandioso y sublime). El héroe es brillante, y por ese talento y capacidad no responde como todos los demás ante el propio conocimiento crítico de sí mismo. Se echa de menos la presencia de algo más inestablemente común y cotidiano. Pero aquélla es otra característica más de la narrativa de Auster. Y celebramos su vuelta con el deleite del lector descubierto, el lector austeriano, el que acepta su propuesta y la matiza.

Óscar Hernández

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