sábado, 19 de diciembre de 2009

hilando


84, Charing Cross Road
Helene Hanff
Traduccón de Javier Calzada
Barcelona. Anagrama. 2009
126 pág.
Descubrimos a Anne Bancroft y a Anthony Hopkins en una hermosa historia epistolar, entre una escritora americana y un librero inglés. Nunca llegan a verse, y pasan veinte años así hasta que él muere, ella pidiéndole libros casi inencontrables y él ofreciendo sus servicios de manera eficiente y leal. La película fue un regalo, literal, por el 21º aniversario de boda, hecho por Mel Brooks a su esposa. Y fue un regalo para el espectador. De entrada te vuelves loco, intentando recordar todas las obras, muchas mencionadas por primera vez, como las Conversaciones imaginarias de Landor, o la Universidad ideal de Newman, viendo que siguen siendo un poco difíciles de econtrar, ese deseo se adormece hasta que un día conoces la adaptación de Isabel Coixet al teatro de una novela llamada 84, Charing Cross Road de Helen Hanff. Lees el argumento y te parece idéntico al de la película. El título de la versión doblada es el desafortunado La carta final. Hilando un poco más comprobamos que todo esta basado en un hecho verídico y que las cartas son reales. Hanff, pasó alguna que otra miseria con su oficio de escritora, de obras teatrales y de guiones para la televisión, y vino a ser reconocida por una obra, hasta lo que entendemos, de autoridad múltiple, aunque sólo firme ella (tendría que estar firmado así quizás: AA. VV.), porque cada personaje nuevo es una voz y una carta nueva. Sin embargo Helene Hanff y Frank Doel, empleado de la librería Marks & Co. ubicada en el 84 de Cahring Croos Road, en Londres, son sin duda los verdaderos protagonistas de la historia. Una historia de amor, de amor a los libros y de amistad. Otro ejemplo más de la importancia de estos objetos imprevisibles (los libros) y de su contenido humano en la crónica personal. La relación de Helene Hanff con esas casi perdidas obras, ofrece el verdadero encuentro de nuestra protagonista consigo misma. Ése es quizás el diálogo más interesante. Y aunque tenía la norma de sólo comprar libros que ya había leído (norma que no siempre cumple, por ejemplo con la novela Orgullo y prejuicio de Austen), y luego regalarlos, acabó atesorando algunos, bastantes, suficientes para cubrir toda una pared, su pared.
Estas cartas son, probablemente, el testimonio fragmentado, de una obsesión y de un modo de vida. Hilando un poco más nos descubrimos fieles seguidores y partícipes de este amor obsesivo.
Óscar Hernández

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